Una vida sobre un escenario
SUS 40 AÑOS DE CARRERA ARTÍSTICA LA CONVIERTEN EN UNA DE LAS GRANDES DE LA TELEVISIÓN NACIONAL
Como todos los niños a los 12 años, Consuelo Luzardo acostumbraba pasar tardes enteras jugando a las escondidas, solo que ella lo hacía debajo de un piano de cola, detrás del telón de terciopelo rojo o entre los bastidores del Teatro Colón de Bogotá. Consuelo Luzardo Montenegro utilizó el tradicional teatro del barrio La Candelaria como patio trasero, cuarto de juego y salón de clases. En ese lugar, al lado de su amiga María Angélica Mallarino, menor que ella, aprendió a jugar y, sobre todo, a actuar.
A ese lugar llegaba todos los días como estudiante de la Escuela Superior de Arte Dramático, dirigido por el maestro Víctor Mallarino (papá de María Angélica). No era común en esa época que una mujer (¡y menos una 'niña bien'!) estudiara teatro, pero a Consuelo se lo permitieron por tres motivos: Mallarino era íntimo amigo de la familia de Consuelo, sus padres estaban convencidos de que sería una fiebre de ocho días, y especialmente porque tenían la esperanza de que por medio del arte dramático, su hija superara un trauma que la acompañaba desde siempre: su incapacidad para relacionarse con otras personas.
"Era tan serio el problema, que me cambiaron constantemente de colegios y terminé estudiando con profesores particulares;' confiesa Consuelo. Pero sus padres estaban equivocados: la actuación no fue para Consuelo una 'fiebre de ocho días'; si no una forma de vida que ya cumple 40 años (nunca ha pasado un solo año sin actuar), y su timidez crónica sigue siendo el rasgo característico de su personalidad, hasta el punto de que para ella más de tres personas siguen siendo multitud.
"Solo me siento cómoda cuando estoy con gente conocida, excepto cuando subo a un escenario. Ahí sí me gusta la multitud".
TEATRO Y TELEVISIÓN
Aunque nació y creció en las tablas, Ilegó a la televisión sin complejos de culpa, contrario a la tradición de los teatreros de la época, que veían la pantalla chica como la prostitución del arte.
Debutó en la comedia Hogar dulce hogar en varios papeles cortos, de la mano de Mallarino, su papá putativo. "Por eso, no tuve inconvenientes para entrar a la televisión. Ya había hecho teatro desde los 12 años, cuando actué en Un poeta de ayer y una niña de hoy también con Víctor Mallarino".
Esa relación con el maestro del teatro y la televisión fue tan estrecha que cuando los dos iban a fiestas de artistas, muchas veces a Consuelo le tocaba pasar la noche sin bailar. "Él no dejaba que se me acercaran ni que me sacaran a bailar, excepto si veía que se trataba de un 'buen' muchacho'.' Mientras asistía a fiestas para 'comer pavo', amigas de su familia se sorprendían de lo 'ovejas negras' que habían resultado los hijos de don Julio César y doña María: "Consuelo, teatrera; su hermano mayor, cineasta, y la menor (Celmira), también actriz. ¡Qué horror!'; decían.
LA ROCANROLERA
Nada que ver. En realidad, Consuelo resultó liberal de pensamiento, conservadora de comportamiento a izquierdista a la distancia.
"Siempre fui muy sana, no tomaba trago y nunca probé las drogas, aunque todo el mundo a mi alrededor consumía'.' Ni siquiera durante su estadía en Nueva York, en pleno furor del hippismo y del peace and love, fue contagiada por las flores en la solapa, las cintas sicodélicas y las minifaldas. "Allá, en pleno 1970, cuando acababa de pasar el Festival de Woodstock, me veían como bicho raro porque prefería mis faldones de tela escocesa y mi vestimenta bogotana'.'
En cambio sí la sedujo bailar el Rock Around the Clock y escuchar a los 'muchachos malos' de los Rolling Stones. Precisamente, el baile ha sido una de sus grandes pasiones, junto con la lectura (está leyendo Melodrama, de Jorge Franco), o el jazz.
De hecho, en la década de los 70 fue una especie de Dj adelantada, en un bar del centro de Bogotá, donde los viernes por la noche ella era la encargada de armar la rumba para universitarios poniendo la música de moda, al lado de Ricky, un novio de su juventud. Su otro "hueco para bailar" fue la discoteca de doña Gloria Valencia de Castaño y la crítica de arte Marta Traba.
"Bailé rock, pero hippie jamás" recalca.
VIENTOS DE IZQUIERDA
Otra cosa fue con los vientos revolucionarios de esas décadas, que sí la contagiaron pero sin llevarla a los extremos de la militancia.
"Sí era de izquierda, seguía de cerca la Revolución Cubana y estaba convencida de que era lo más importante que pasaba en el hemisferio".
El tema político siempre estuvo latente en sus reuniones con amigos artistas, muchos de ellos izquierdistas furibundos y otros moderados. Lo que nunca sospechó fue que algunos de sus contertulios tuvieran vínculos con las guerrillas.
"Hoy veo todos esos grupos de izquierda y pienso que también le fallaron al país'.'
MATRIMONIOS
Consuelo Luzardo vive sola en Bosque Izquierdo (un barrio que ayudó a construir su padre, quien era arquitecto), en un apartamento que tiene vista a casi toda Bogotá. Esa panorámica la atrae tanto que cada vez que termina ' sus grabaciones, da un brinco directo a su apartamento del piso 16.
Ahí, rodeada de cuadros originales, antigüedades e instrumentos musicales de adorno, ha adaptado su vida a una soledad consciente.
En el recuerdo quedaron sus dos cortos matrimonios, el primero con el publicista José Antonio Moreno ("tres años, más o menos), y el segundo con el alemán Claus Reprich ("menos de cuatro años"). "Uno no sabe por qué se acaba el matrimonio, pero supongo que el medio en el que me he desenvuelto tiene que ver. Cuando voy a estrenar una obra, siempre hablo de la obra, y cuando me hablan, aparento que escucho, pero es mentira: pienso en la obra. Hablo de la obra. Sueño con la obra. Eso aburre a cualquiera. Luego del segundo intento, decidí que me sentía mejor viviendo sola'.
íngrima puede dedicarse a escuchar música barroca, a tejer si está impaciente y a tomar té a las 5 de la tarde, como lo hace entre escenas para no sentir que está perdiendo el tiempo.
LA PUBLICISTA
Aunque nunca ha pasado más de un año sin actuar, durante 20 tuvo una profesión alterna: publicista. Fue empleada de la agencia Época y socia de CPR Publicidad, en la que no solo participó en todos los pasos de creación de una campaña y en la producción de comerciales, sino que ganó varios premios por su trabajo.
"La publicidad siempre fue una forma de tener tranquilidad económica. Es una actividad creativa y con grandes retos. Me retiré porque no estaba dispuesta a seguir trabajando 18 horas diarias y, además, hacer teatro'.'
A pesar de su timidez, sigue sacando tiempo para bailar sones con sus amigos cercanos, como Jorge Cao (" ¡qué bien baila!, como buen cubano"), con Diego León Hoyos, Carmenza Gómez, Gloria Gómez, Helena Mallarino y María Cecilia Botero.
Reconoce que hay mucho talento en actores jóvenes, pero también critica a quienes solo llegan a la televisión por su físico. "Si a nosotras (las actrices) nos hubiera tocado esta época, no habríamos podido ser actrices. ¡No existía el quirófano! Nos habría tocado ser abogadas o gerentes estupendas'; dice con esa amabilidad tradicional que la caracteriza.
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