Galán con mucho vuelo
POR ECCEHOMO CETINA
POR ECCEHOMO CETINA
Mesero durante cinco años en un restaurante francés, empleado de una agencia de viajes, reparador de máquinas de escribir, vendedor de papelería y artículos de cuero, propietario de un bar de mala muerte, La Ratonera, y una frutería, y finalmente actor de teatro, Fabio Rubiano, nacido en Fusagasugá hace 31 años, siente que nada le queda por hacer, al menos, como dependiente. Porque como empleado de sí mismo, como suele calificarse, el camino aún está por recorrerse.
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A esta altura de su vida profesional, cuando recibió una importante mención de la Unesco por su pieza teatral Amores simultáneos, y después de completar tres creaciones dirigidas por él, El Negro Perfecto, Desencuentros y María Es-tres, entre otros montajes universitarios, recuerda los tiempos en que ni la bioquímica, en la Antonio Nariño; ni la biología, en la Nacional; ni la ingeniería industrial, en la Libre; ni la economía, en La Salle, lo convencieron tanto como los grupos de teatro, donde era feliz porque tenía siempre algo qué contar, aunque, "Dejar a un lado estas carreras, era el miedo de no asumir una profesión decente, como lo quieren los papás".
AMOR A LA RATONERA
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La época de La Ratonera lo marcó profundamente. Vivió muchos años en el submundo de la salsa dura, los timbales, sus amigos teatreros y los niches salerosos que frecuentaban su antro. Sin embargo no conocía el amor, hasta cuando, durante una película, una amiga le hizo comprender que podía gustarle a una mujer. Muchos años después y repetidas veces lloraría por el abandono de ellas: "Ahí uno entiende lo que es la vida y el amor, y comprende a qué se empieza a enfrentar". Por eso, como persona, el amor es más importante que su trabajo, y como director de teatro, predominan sus obras.
Recuerda entonces a su esposa, Marcela Valencia, también actriz, a quien conoció hace ocho años: "Eso fue cuando estudiábamos en la Escuela Superior de Teatro de Bogotá y tuvimos que hacer un trabajo juntos. Empezamos a salir y nos ennoviamos. Somos actores antes que esposos. Ella no es subjetiva en relación con mi trabajo y sus críticas son duras, al igual que las mías". Juntos llevan una vida de auténticos saltimbanquis: viven en La Candelaria, trotan diariamente y hacen gimnasia y danza contemporánea, cuando no ensayan la nueva obra que él está adaptando para teatro y no quiso decir cuál. Él no quiere hijos y su compañera lo sabe: "No tengo ni creo que vaya a tener, porque ser padre es muy duro, es una profesión que se aprende sobre la marcha, improvisando. Marcela y yo compartimos eso perfectamente".
Rubiano es el menor de ocho hermanos de una familia campesina que llegó a Bogotá hace cuarenta años. Eustaquio y Sara María, sus padres, tienen hoy 74 años: "Yo no creo que ser humilde sea una condición para ser creativo".
COMO UNA REINA
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Dice que es como una reina de belleza, cuando de pasar el rato se trata. Lee y escucha música. Gusta de la moda. Bebe poco, por miedo físico a la embriaguez, y como muchos colegas suyos, dice que en el vicio y en el trabajo se conocen a los amigos. Es pésimo cocinero y buen comensal. Lo seducen el ajiaco santafereño, los fríjoles y el pescado, platos que busca a veces por toda la ciudad. Le gusta Bogotá:
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"Me agradaría poder caminar de noche en la ciudad. Qué lástima que sea tan peligrosa". Pero, agrega que "lo más peligroso es la envidia, la deslealtad y la traición, muy comunes en este medio. Hay tres cosas con las cuales se debe ser leal: con el compañero en escena, con el personaje (hacerlo desde la profundidad, no desde la superficie) y con el público (no llegar borracho, etc.)".
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A este hombre delgado, que no se cansa de hablar de teatro, aun que se hizo conocer por la televisión, de nariz prominente y pelo largo, que a veces deja suelto sobre sus hombros, produciendo una extraña sensación de hombre-mujer, no le gusta que lo traten de feo: "No tengo el aspecto de galán ni me voy a hacer cirugías para eso, pero a nadie le gusta que le digan que es feo. De todas formas, si alguien es buen actor y pierde ante otro que es bello, ha perdido como galán pero no como actor".
VOLANDO EN SECRETO
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Su primer trabajo en televisión lo realizó en Asunción, como el taxista. Luego se convirtió en el teniente Baraya en Crónicas de una generación maldita, dirigida por Jorge Alí Triana, y en guerrillero para María María. Pero el papel clave le llegó con la comedia Vuelo secreto, para la cual, el libretista Juan Manuel Cáceres le propuso que interpretara a una supuesta mujer, Daniela. Fabio Rubiano se arriesgó y se soltó el pelo. Era un personaje pasajero que se quedó cuando se descubrió su verdadera identidad, Daniel Idelfonso Soler junto a Lady Dani. La idea gustó al público. "Es un personaje que siempre había querido hacer. Es el malo sin serlo, es el traidor, sapo, mujeriego y hasta debe ser mal amante, pero es agradable. Es un personaje que se quiere por su decadencia".
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Rubiano no sólo se siente bien por eso y ha logrado compenetrarse a tal punto con el elenco de la comedia, que ahí tiene sus mejores amigos: " Quiero al combo de Vuelo secreto. Cuando grabo con ellos son los días más divertidos del mes". Lo curioso es que nunca ha dejado de considerarse una especie de juglar cuya misión es divertir, crear. "Uno es simplemente un actor, sea de teatro o televisión. Existe el prejuicio de que la gente que trabaja en televisión es estúpida o que los de teatro son genios. Uno es un juglar, un saltimbanqui y ¿a costa de qué o quiénes nos vamos a dar otro estatus o nivel?".
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Tomado de la Revista Alo No. 153, 5 de mayo de 1994
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